Durante las clases de Pilates me oirás varias veces la frase “escucha tu cuerpo”, y es que es tremendamente importante que lo hagas, pues él y tú son los amigos más íntimos, los más confidentes; entre tú y él no hay nadie más, ni siquiera yo, y él te va a decir que posición o qué movimiento le está generando incomodidad.
Y cuando hablo de incomodidad no hablo de esfuerzo, que eso es algo que obviamente debes sentir, ya que tu musculatura está trabajando para ganar fuerza, estabilidad y flexibilidad. Tampoco me refiero a la contrariedad que uno puede sentir cuando tiene que moverse de otra manera a la que el cuerpo no está acostumbrado. Me refiero a incomodidad cuando alguna parte de tu cuerpo está generando tensión, cuando notas que se está agarrotando y genera dolor.
En una clase de Pilates de grupo hay variedad de personas, lo que implica variedad de cuerpos con diferentes necesidades y cada uno con sus particularidades, además hay variedad de capacidades de atención, entendimiento y ejecución. A unas personas les basta con unas pocas explicaciones o correcciones y otras necesitan un mayor número de repeticiones, para poder asimilar el concepto o movimiento y llevarlo a cabo. Unas personas necesitan más de mi observación en determinados ejercicios y otras en otros, según sus patrones de movimiento.
En una misma clase puede haber personas con una buena flexión dorsal y otras con cierta rigidez, a las que la flexión de columna les resultará difícil, llegando a ser incómoda, lo que le puede genera dolor en el cuello. Seguro que me has oído decir durante la clase “a quien le moleste el cuello, por favor que apoye la cabeza” o ir a alguien y pedirle que apoye la cabeza, o directamente, pedirle que no la levante ya antes de comenzar el ejercicio. También me habrás oído decir “si alguien siente tensión en la zona lumbar o en el cuello, por favor no bajes tanto o no te eleves tanto” (dependiendo del ejercicio que estemos haciendo). Porque… ¿para qué? ¿para qué realizar un ejercicio completo si no te va a beneficiar? Los ejercicios de Pilates en sí mismo no son un fin, son un medio para conseguir algo: fuerza, movilidad, control, …, pero cada uno parte desde un lugar diferente.
Nuestro objetivo es llegar a la cima de la montaña, pero unos se encuentras a 20 kilómetros de la base, otros a 10, otros ya están en la falda de la montaña, unos vienen por el sur y el terreno es más llano pero pasan más calor, otros vienen por el norte haciendo caminos en terrenos abruptos pero disponen de riachuelos para beber. Unos vienen con la mochila cargada de víveres, otros vienen más ligeros y comen lo que encuentran por el camino. Unos vienen corriendo y saltando, otros dando un paseo,… Cada uno tiene su forma de andar por el mundo y ninguna tiene porqué ser errónea, simplemente son distintas.
«ESCUCHA A TU CUERPO, él es una de tus mayores responsabilidades»
Durante una clase de Pilates, escucha a tu cuerpo y atiende a sus consejos, si hay dolor en algún movimiento, ese no es el camino, no genera una experiencia satisfactoria, bien porque el movimiento no se esté realizando correctamente o porque estás yendo más allá de tus posibilidades en ese momento. No se trata de autolimitarnos ¡Ni mucho menos!, sino de avanzar más eficazmente.
No importa que otros compañeros/as de clase puedan ir más allá en ese movimiento, eso no es relevante para ti ni para mí, no importa que otro día hayas podido hacerlo sin molestias. Cada día es distinto y quizás hoy te sientes más estresado/a, más cansado/a, lo que influye directamente en tu musculatura y te resta fuerza, elasticidad y resistencia. Quizás hoy estés más distraído/a y la técnica no la estás aplicando correctamente porque la mitad de mis directrices están cayendo en saco roto, o bien ese día yo no te estoy sabiendo transmitir correctamente el ejercicio,…
Así que ante todo, anda por tus clases de pilates con la atención puesta en ti mismo/a y disfruta del movimiento consciente.